miércoles, 8 de enero de 2014

El gozo del ingenuo

Recuerdo que hace tiempo un amigo me dijo que la materia de Teoría Literaria sería determinante en mi formación académica en la carrera. Me dijo que dependía de mi acercamiento a ésta si me decidiría por la literatura para siempre y de un modo pasional, o si sería asidua por la lingüística o alguna otra área. Yo no pensé que tantas cosas podrían depender de una asignatura pero debo admitir que mi curiosidad se acrecentaba conforme era más cercano el momento de tomar la asignatura. Aún cuando tuve la suerte de que mi profesor fuera el Dr. Felipe Ríos Baeza, no sabía si esta visión de la literatura me gustaría o si por el contrario, me privaría del gozo del ingenuo. Con miedo y cautela, recorrí la Poética de Aristóteles, aún temerosa pero cada vez más interesanda leí a los formalistas rusos y ya sin contención, me desbordé con el estructuralismo. No quiero decir cuál fue mi impacto ante toda la teoría que vino después.
Mi miedo ante la pérdida de la sorpresa de un texto literario se desvaneció porque aunque sí, ahora es más fácil saber qué escena será la siguiente en la mayoría de las películas y sé que un teléfono nunca suena en un cuento por equivocación, puedo encontrar los hilos que mueven al fascinante títere de la literatura. Y siempre que quiera puedo apagar el botón del postestructuralismo o de los estudios de género y gozar sin más un poema, pero puedo también ver cómo se crean patrones de comportamiento y cómo el poder taladra a los textos o cómo una palabra más o una menos puede determinar lo que un personaje es en su interior.

Dejo aquí la primera parte de un documental sobre Judith Butler, autora que me interesa muchísimo.


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